domingo, 22 de mayo de 2011

Cena Benéfica en el Ecocentro de MADRID

Lunes 27 de junio, a partir de las 21:00. 
ASOCIACIÓN “LAS BEGUINAS” 

Las Beguinas somos una asociación cuya finalidad es contribuir a potenciar la evolución 
personal y social de la mujer en cualquier ámbito en el que se encuentre.  
Desarrollamos proyectos de alianza, cooperación y ayuda mutua entre mujeres. 
Tratamos de fortalecer los valores tradicionales universales de las mujeres, trabajando en el 
respeto, la educación, el servicio, la autoestima y la solidaridad,  
desde la libertad y la conciencia. 
   
 RESERVAS: 915-535-502 
  
  
C/Esquilache, 2 al 12  Metro:  Ríos rosas, Canal, Cuatro Caminos  
Telf. 915 535 502  Fax. 915 333 107  www.ecocentro.es e-mail: eco@ecocentro.es
   

PINCHA AQUÍ para ver la información:
http://www.ecocentro.es/content/news_images/110221%20CENA%20BENEFICA%20LAS%20BEGUINAS%20L270611.pdf

Sanación del linaje femenino

“La salud de la mujer es el terreno sobre el que crece toda la humanidad. Mejorar la salud de una mujer fertiliza y aprovisiona el terreno para todos, hombres, mujeres, niños, animales, plantas y el propio planeta. El vínculo madre- hija, en toda su belleza, dolor y complejidad, forma el cimiento mismo del estado de salud de una mujer. Esta relación primordial deja su huella en todas y cada una de nuestras células para toda la vida”
“Madres e hijas” de la Dra. Christiane Northrup


Las mujeres, como los hombres,nos creamos en el útero de nuestra madre  . Bebemos sus emociones, sentimos todo aquello que acontece en su cuerpo, mente y espíritu. Es nuestro universo durante nueve lunas y constituye nuestra esencial referencia de la vida humana. En el caso de las mujeres, nuestros úteros son creados en el útero de nuestra madre y en él se imprimirán sus emociones básicas acerca de la feminidad. Así, en su útero, se albergan también aquellas de nuestra abuela y, si seguimos esta espiral, caeremos en la cuenta de que en este útero de creación y recreación, nuestro Templo Sagrado (útero), está construido sobre los pilares de todas las mujeres de nuestro linaje matrilineal.
El legado de todas estas mujeres hasta nosotras (o hasta nuestras hijas) está impreso en nuestro cuerpo, en concreto en nuestros genitales, nuestros órganos sexuales, nuestros senos y nuestro abdomen. Tener conciencia de esto nos ayuda a entender el porqué de tantos dolores “inexplicables”, de tanta ira contenida y de tantas lágrimas sordas anudadas en nuestra garganta.
 Las mujeres de nuestra casa sufrieron miles de abusos, desde la imagen de pecadora que tuvieron que aceptar “gracias a” la Iglesia Católica hasta la reclusión “recomendada” en los fogones. Nuestras ancestras fueron niñas, fueron mujeres, fueron hijas, fueron madres como hoy lo somos nosotras. Sus miedos y sus contentos eran similares a los nuestros. Ellas tuvieron sus sueños cumplidos y sus sueños frustrados. Fueron algo más que cuidadoras, aunque ahora apenas lo recordemos. Tuvieron inquietudes y necesidades de brillar como las que hoy sólo confesamos ante el espejo o una mano amiga.

Leyendo el libro de Madre e Hijas  de la Dra. Northrup pude poner palabras a lo que tantas veces había sentido hacía mi madre y hacia mi abuela. Esa necesidad de verlas como mujeres, sin el lazo específico de la sangre familiar sino con el lazo universal que nos une a las mujeres en manada. Llorando encontré que en el seno de mi madre residía una mujer llena de poder. Una mujer a la que podía admirar. El reflejo de la Diosa, que tantas veces ilustré con dibujos prestados, estaba ahí y era real. Todos estos años la buscaba y hasta que no bajé la espada del reproche y abracé nuestras sombras no pude ver el verdadero rostro de la mujer en la que me crié y acuné. 

Mi madre también es hija, como lo es mi abuela y todas mis ancestras. Todas tenemos en común nuestra Fuente de Origen y sólo cuando pude llegar hasta ella entendí los misterios más inciertos y oscuros de mi. Comprendí que muchos no eran míos, supe que tantos otros no eran de mi madre y así fui deshilando la manta de los recuerdos, hasta llegar a Ellas. Las mujeres del pasado se manifiestan en nosotras a través de los pálpitos de nuestro útero.
Esta Sagrada Vasija contiene las aguas de todas las emociones, suyas y nuestras. Hemos de sentirla sin miedo para poder elegir qué es lo que queremos quedarnos y qué queremos desechar. Ellas nos acompañan desde la luz si así se lo pedimos. Simplemente hemos de nombrarlas con solemnidad, con el corazón y los brazos abiertos pidiendo su presencia y ayuda. Reconociendo el linaje de sangre lunar. Os invito a invocarlas. Así lo hago yo desde las profundidades de mi Ser:
"En este caminar soy Erika, hija de Ana Rosa, hija de Lucila, hija de Eleuteria, hija de Pascuala, hija y nieta de las mujeres valientes que me precedieron. A vosotras, abuelas, os invoco desde el Amor, buscando la Sabiduría que reside en vuestro legado".

Con estas palabras reconozco su labor aún perenne en esta Tierra, pues ellas viven en mi sangre. Porque decido honrarlas, las nombro. Porque decido liberarme de aquello que no quiero, las nombro. Ellas son la fuerza que impulsa cada una de mis acciones. Ellas son la Savia de mi cuerpo.

De todas y cada una, una sonrisa y cientos de lágrimas recorriendo mi cara. De todas y cada una, el regazo acogedor. De todas y cada una de las mujeres de mi casa llevo la luz y la sombra. Son cientos y a todas ellas muestro mi veneración, porque del linaje de mis mujeres vine a este cuerpo, a esta familia en concreto. Como hija y nieta de tantas, decido caminar hacia las profundidades de sus úteros para encontrar el origen de la angustia y ponerle fin.
Siento que no estamos completas hasta el día en que tomamos aire y nos aventuramos a bucear en las profundidades de nuestro linaje femenino.El momento en el que nos reconocemos únicas es el momento en el que honramos aquello de lo que formamos parte. Sólo cuando pude sentirme cómoda y reconfortada en los brazos de mi madre, pude dar el paso hacia mi propio universo. Hasta entonces había sido una niña perdida, buscando la aprobación de una mujer que no sabía si amar u odiar. Fuera como fuera nunca tuve elección, sabía que hiciera lo que hiciera, siempre la amaría. Pese a todo lo que me dolía reconocerlo, era cierto. Mi universo fue esa mujer y como nuestra Madre Tierra, por mucho que trates de ignorarla ella siempre te sostiene. Quizás no es como esperas, pero Ella es el mundo que necesitas para aprender lo que has de aprender. Cuando comienzas a amar tus tifones, cuando entiendes tus cataratas, llegas a encontrarla hermosa. La miras y te reconoces en ella. Entonces sabes que sois Una, tal y como fuisteis hace años.
Hemos de aventurarnos a recorrer este laberinto mágico que nos conduce a la Fuente. Nuestro primer pasadizo es nuestro cuerpo y de ahí se abren las puertas hacia las mujeres de nuestra casa. Pasamos a través de nuestro útero al útero materno y de allí al útero de nuestras ancestras. De una a otra tomamos conciencia de quiénes somos en realidad. Cada una descubrimos nuestros misterios y os aseguro, hermanas, que todos son bellos, sea cual sea su forma.
Para avanzar, no sólo hemos de comprender, sino también honrar nuestro origen.
Gracias a Ellas palpitamos.
Sólo Nosotras podemos elegir cómo.



viernes, 6 de mayo de 2011

TIEMPO DE BEGUINAS por Rosa Villada


Las beguinas fueron mujeres que vivieron en la Edad Media, a finales del siglo XIII y principios del XIV, que desarrollaron una profunda vida espiritual. En aquellos tiempos, en los que espiritualidad y religión se consideraban lo mismo, ellas fueron pioneras y adelantadas a su época, al distinguir la vertiente espiritual que tenemos todos los seres humanos, del conjunto de dogmas, creencias y estructuras de poder que suponen las religiones. En aquellos momentos, era la religión católica la que estaba vigente y la Iglesia vivía inmersa en grandes luchas de poder entre Papas y Reyes, que muchas veces se aliaban para conservar sus privilegios.

Aunque no existen muchos datos sobre lugares donde vivieran las beguinas, sí se sabe que éstas desarrollaron su movimiento en los Países Bajos. Aún hoy se conservan en Alemania, Bélgica (Brujas, Gante...) y Holanda, las casas donde vivieron las beguinas, cuyos recintos se llamaban Beguinatos. Ellas han sido las grandes olvidadas de la historia. Aunque, más que olvidadas, yo diría que han sido silenciadas y ocultadas, y es ahora, en los últimos años, cuando distintas publicaciones empiezan a hablar de estas mujeres que antepusieron su libertad de espíritu a cualquier otro imperativo social y religioso. Incluso con el coste de sus vidas. Como en el caso de Margarita Porete, que escribió un alto tratado de mística: “El espejo de las almas simples”, y que fue quemada en París, en 1310, víctima de la Inquisición, que la consideró una hereje.

No deja de ser llamativo que el Concilio de Vienne (Francia), que decretó la disolución de la Orden del Temple, acordase también declarar herejes a las beguinas. Sin embargo, nada ha trascendido, a través de los años y de la historia, de estas mujeres y de su movimiento, mientras que los templarios, que eran hombres, son de sobra conocidos y reivindicados. Tras la decisión de este Concilio, muchas beguinas se refugiaron en los conventos de la Iglesia Católica, para salvar la vida, y esta circunstancia puede crear la confusión de que las beguinas eran monjas. Pero nunca lo fueron, nunca se sometieron a la jerarquía de la Iglesia. Nunca acataron los votos de pobreza, castidad y obediencia. Las beguinas sólo rendían cuenta a su conciencia, y propugnaban la relación directa con Dios, sin intermediarios, movidas siempre por el Espíritu Libre. ¿Cómo no iban a ser perseguidas, olvidadas y silenciadas?

Pero veamos, ¿quiénes eran las beguinas?

Una de las características fundamentales de estas mujeres era su formación cultural. Las beguinas, leían, escribían, y enseñaban a otras mujeres a leer y a escribir, en una época en la que sólo los hombres tenían acceso a los libros y al conocimiento. Vivían con gran austeridad, solas o acompañadas de otras mujeres. Los beguinatos, que todavía existen, nos muestras casas individuales. Juntas, pero no revueltas. Cada una conservando su propia individualidad y libertad. Hacían servicios a la comunidad como parteras, ayudando en los alumbramientos, y también realizaban el acompañamiento en la muerte, de enfermos terminales. Tenían conocimiento de las plantas y de sus cualidades curativas, así como de los minerales. Pero, sobre todo, lo que más caracterizaba a las beguinas eran sus experiencias místicas que, con frecuencia, pusieron por escrito y difundieron. Algo que le costó la vida a la beguina antes mencionada, Margarita Porete.

De Hildegarda a Teresa de Jesús.

Para mí, hay una precursora de las beguinas, Hildegarda Von Bingen (1098-1179), una extraordinaria mujer, poeta y teóloga, que fue monja benedictina. Durante toda su vida tuvo visiones, algunas de las cuales nos hablan de los tiempos convulsos que vivimos en la actualidad. Nos dejó numerosos escritos, miniaturas, composiciones musicales, además de una nutrida correspondencia con distintas autoridades de su época. Sin embargo, ella tuvo que pedir permiso a la jerarquía de la Iglesia para poner por escrito sus visiones. Se lo concedieron, y Hildegarda dictaba a su confesor las visiones que tenía, y éste las escribía en latín. Las beguinas, que vivieron un siglo después, no pidieron permiso a nadie para escribir, y se negaron a hacerlo en latín, por considerar que era una lengua culta, que sólo entendían los eruditos y los clérigos. Ellas reivindicaron la escritura en su lengua materna, la que hablaba y comprendía el pueblo, y en ella escribieron sus experiencias místicas.

Si Hildegarda Von Bingen fue una precursora para las beguinas, otra monja recogió el testigo de estas mujeres, aunque seguramente ella no las había oído nombrar nunca. Se trata de Teresa de Jesús. Siempre sospeché -y así lo dije en la presentación de mi novela que habla sobre las beguinas, “El juego de Dios”- que nuestra mística por excelencia, Teresa de Jesús, fue “una beguina encubierta”. Tiempo después de esta afirmación, que yo basaba en mi intuición, pero que no tenía forma de demostrar, encontré en un libro un grabado en el que una beguina, Beatriz de Nazaret (1200-1268) aparecía herida por la flecha que un ángel le clavaba en el corazón. ¿Les suena? ¿No se parece mucho esta escena a la transverberación de Teresa de Jesús, que vivió 250 años después de la beguina Beatriz? Y es la que experiencia directa de las mujeres con la Divinidad, la que tuvieron las beguinas, y la que tuvo Teresa de Jesús, no se limita a conceptos tan terrenales como el espacio y el tiempo, sino que va mucho más allá.

Las semillas de espiritualidad y libertad que las beguinas sembraron en la Edad Media, se han desarrollado durante todos estos años en la tierra interior, y es ahora cuando están floreciendo y fructificando en los corazones de tantas y tantas mujeres que, como ellas, están teniendo la experiencia directa del Ser con su propia Divinidad. Por eso digo que es tiempo de beguinas. De poner en práctica los ideales de Libertad, Amor y Servicio, que entonces no nos dejaron. Aquel sólo era el momento de sembrar. Ahora se está recogiendo la cosecha de aquella siembra. Lo que está provocando que tantas mujeres se unan, movilizadas por la misma causa. Es posible que nunca antes hayan oído hablar de las beguinas, No importa, son hijas del mismo Espíritu Libre que ha soplado a través de todos los tiempos.


Rosa Villada es periodista y escritora. La novela “El Juego de Dios” puede descargarse de forma gratuita en Internet, en la siguiente dirección:
Foto:
Grabado que muestra a Beatriz de Nazaret, herida por la flecha del Amor Divino.

Este artículo ha sido publicado en “Stellae”, boletín informativo de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Ávila.